Este bello barco navega por los afluentes del Amazonas rumbo a la reserva natural de Pacaya Samiria, sublime, conmovedora, con “ríos espejo”, delfines rosados, también los grises, testigos de la antigua presencia del mar (hace millones de años, claro está) en la cautivante Amazonía. La reserva alberga más de 500 especies de aves, monos de todo tipo, lagartos, bromelias, orquídeas, árboles espectaculares. El Delfín II es una prueba contundente de que en el Perú hay espacio (desaprovechado) para un turismo triple A que compite perfectamente con el llamado turismo de lujo que existe en muchos países con buenísimos resultados.
Quien esto escribe algún recorrido viajero tiene y es —aunque a muchos les moleste— una crítica de buena fe. Sería mezquino no contar lo espectacular de esta propuesta turística. Imagine un barco tipo Mississippi decorado con un buen gusto pocas veces visto en la hotelería nacional. Elude el cemento, la mole cinco estrellas, pero cuenta con todas las comodidades y más. Rescata la madera y los elementos de la zona, y los convierte en lujo sin caer en la pompa ni en el exceso. Cada detalle está cuidado y los inmensos ventanales de las habitaciones (con el detestable pero necesario aire acondicionado, y fresquísimas sábanas de algodón pima) brindan al viajero la sensación de ser dueño de la Amazonía.
El embarcadero, en la ciudad de Nauta, es digno de un premio de arquitectura. Una inmensa y ventilada “maloca” (cabaña redonda de la selva) derrocha estética y belleza; ahí el turista sabe que entró en un circuito mágico. Aldo y Lissy Machiavello invirtieron en este proyecto lo que tenían y no tenían. Arriesgaron todo y apostaron por esta maravilla. Interactúan con las comunidades de la zona y dan trabajo a más de cuarenta simpáticos y relajados loretanos, sin contar con quienes participaron en la construcción de la nave, hecha en Nauta, la ciudad que demoró cerca de 15 años en tener una carretera que la uniera con Iquitos (se robaban la plata).La cocina del Delfín II usa los exóticos y variadísimos productos de la zona, con lo que se adhieren a la gastronomía regional y señalan nuevas posibilidades. La decoración de la mesa, diferente en el desayuno, el almuerzo y la cena, es tan impactante que algunos turistas quieren comprarla para llevársela. Si suma los fastos del barco y la genuina gentileza del personal y de los versados guías a la singular naturaleza que lo rodea, la felicidad es redonda. Y así como Lago Lindo en Tarapoto, este se convierte en un destino alternativo al majestuoso Machu Picchu.
Fuente: Diario El Comercio – Perú
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